Asistimos perplejos a la toma de Afganistán por parte del Talibán.
Las imágenes, los testimonios y la información dan cuenta de una situación trágica para los ciudadanos afganos, sobre todo para las mujeres.
La obligatoriedad de circular por la calle acompañadas de un hombre, la prohibición de acceder a la educación, la cancelación de sus cuerpos, la supresión de las profesiones y el riesgo de muerte convierte en algo en sí mismo peligroso el hecho de ser mujer.
Independientemente de la diferencia idiosincrásica entre los pueblos, la interpretación de los preceptos religiosos practicada por las nuevas autoridades afganas tiene un impacto en la vida de las personas que afecta, no solamente su libertad, sino su integridad física.
Es también una muestra de lo que ocurre cuando el dogmatismo religioso ocupa el lugar que corresponde a libertad de pensamiento.
Verdades reveladas y códigos de conducta que deberían pertenecer a la conciencia y voluntad de las personas en forma voluntaria y privada se convierten en ley, que es la norma que regula e iguala a todos.
La Masonería reivindica la libertad de pensamiento y el respeto por las creencias de las personas, lo cual es posible en un Estado laico.
El laicismo iguala los derechos y asegura que todos podamos pensar con libertad y disfrutar de la igualdad ante la ley, frente a la cual no hay creencias mejores que otras.
Pablo Lázaro
Gran Maestre