Discurso de Pablo Lázaro | Teatro Colón

En el 165° Aniversario de la Gran Logia de la Argentina.

Buenos días.

Quiero dar las gracias a todos, en nombre de la Masonería Argentina, por compartir con nosotros este momento tan significativo, cuyo sentido simbólico nos llena de emoción y nos trasciende.

Este espacio, el Teatro Colón de Buenos Aires, tiene un sentido profundo para todos nosotros, lo mismo que el espíritu que representa.

Nos une una historia común, más que centenaria, que acompasó los destinos de nuestra patria.

Hace 165 años, el 11 de diciembre de 1857 el Dr. José Roque Perez fue elegido como primer Gran Maestre de la Masonería Argentina, institución que hoy tengo la responsabilidad de presidir.

Su llegada estuvo marcada por una antinomia que en aquel entonces parecía insuperable: la que dividía a nuestro país entre Unitarios y Federales.

El Doctor Roque Pérez, federal, cordobés de origen y porteño de formación, tuvo el coraje y la visión de construir el consenso necesario para que las logias de filiación unitaria comprendieran la relevancia social y política de dar el paso de constituir una Gran Logia al servicio de nuestra República.

Hermanos de todo el país supieron valorar el sentido de la entrega, del renunciamiento y del diálogo en pos de una construcción más vasta y más trascendente: los cimientos mismos de nuestra Nación.

La Gran Logia de Argentina de Libres y Aceptados Masones nació así, fruto de una labor intensa y altruista, en la antigua sede del Teatro Colón.

Esta Gran Logia y este Teatro: cuando ambos surgían como el símbolo de una aspiración, la de un país cosmopolita, abierto al mundo, respetuoso de la libertad, que busca el arraigo de la Unión en la diversidad.

La creación de la Gran Logia, hace hoy 165 años, tuvo lugar en una época en la que las divisiones era tan agudas que amenazaban nuestra existencia como nación.

La Masonería argentina dio un paso que torció el rumbo de ese destino: el 21 de julio de 1860 tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia: la emblemática Tenida de la Unidad Nacional.

Presidida el Dr. José Roque Pérez, durante ese encuentro masónico se otorgó el Grado 33° a Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Santiago Derqui, Justo José de Urquiza y a Juan Andrés Gelly y Obes.

Unitarios y federales, movidos por el espíritu masónico y por un auténtico amor a nuestra patria, se estrecharon en un abrazo fraterno para avanzar en la organización nacional.

En aquella ocasión, nuestro primer Gran Maestre dijo:

“Estos nombres simbolizan ya lo que veis hoy realizado, después de cinco años de luchas desgarradoras, la una el Jefe de la República, y los dos guerreros que cruzaron sus espadas en el campo de batalla, firmada la paz se daban el abrazo de hermanos que es la verdadera UNIÓN NACIONAL ARGENTINA”.

Hoy, 165 años después, nos damos cita en esta casa, que sentimos tan cercana y tan querida, para homenajear a esos hombres y a aquel espíritu.

El Teatro Colón y la Gran Logia siguieron su camino, erigieron sus nuevas sedes como una auténtica utopía.

Hermanos masones participaron de la construcción de nuestras nuevas casas. Esta que nos recibe hoy y el Palacio Cangallo, la sede actual de la Masonería Argentina.

José Roque Pérez no llegó a ver terminada la obra. Falleció en 1871 luchando contra la epidemia de la fiebre amarilla que azotó a la ciudad de Buenos Aires.

“Un episodio de la fiebre amarilla”, el famoso cuadro del uruguayo Juan Manuel Blanes, preside la Gran Maestría a pocas cuadras de este sitio y es un recordatorio para todos nosotros del compromiso masónico por el bien común.

El francés Charles Pellegrini, el italiano Francesco Tamburini fueron otros hombres que, con su saber y su arte, contribuyeron a crear el vínculo que de manera indisoluble une a la Masonería con la cultura, las artes, las ciencias, el saber y con todas las aventuras del espíritu.

Nuestro país vivió momentos aciagos con la interrupción del orden constitucional en 1930. La Masonería sufrió las consecuencias, al igual que el Teatro Colón.

Bastaría recordar la censura ejercida por la dictadura militar sobre la ópera Bomarzo como un ejemplo de la ignominia que representa el poder cuando avasalla a la cultura.

Recordamos hoy a hombres que hicieron de su defensa una causa común, a pesar de sus diferencias.

Recordamos a Sarmiento y a Mitre, a Urquiza y a Derqui.

Pero otros hombres, más cercanos en el tiempo, protagonizaron también gestos de grandeza, pese a sus enormes diferencias.

Pensemos, por ejemplo, en Juan Domingo Perón y en Ricardo Balbín. Y en aquel histórico y fraternal abrazo.

Otra vez dos proyectos. Otra vez la lucha, la proscripción y el enfrentamiento.

Y, una vez más, la Masonería tendiendo puentes, trabajando por la unidad.

El abrazo en el que Perón y Balbín se estrecharon el 19 de noviembre de 1972 en la casa de la calle Gaspar Campos demostró que el entendimiento y el diálogo son la herramienta primordial para poder soñar con construir una sociedad en paz.

A veces pareciera que la historia se repite.

Hoy nuestro país, nuestra región y el mundo se encuentran frente a divisiones que vuelven a parecernos inevitables.

La Masonería persistirá en recordarnos que vale la pena escucharnos, buscar puntos de encuentro, acercarnos a quien piensa distinto.

Es un anhelo sencillo pero potente. Es un símbolo.

Querría terminar esta breve intervención saludando a todas las personas de buena voluntad que nos acompañan, amigos y amigas de países vecinos, que transitan derroteros como el nuestro.

Tenemos la responsabilidad de mantener viva la llama de la esperanza, de una cultura humanista, que cree en el progreso y en los valores de la justicia, la libertad y la igualdad, por los que tantos Hermanos y Hermanas han dado su vida.

En este aniversario de nuestra fundación querría proponerles un símbolo, aquí y ahora, que haga patente el anhelo masónico de trabajar por el bien de nuestra República, con la mirada puesta en el futuro y en la paz social.

Si me lo permiten, querría invitar a los presidentes de la logia Perón y de la logia Balbín a que me acompañen en el cierre de este encuentro, emulando el símbolo de la cadena fraternal que nos une más allá de nuestras diferencias.

Que este abrazo simbolice la voluntad de un futuro de paz y de prosperidad y nuestro compromiso masónico de intervenir siempre que nuestras sociedades necesiten de un punto de encuentro en los que reinen la concordia, la escucha y la buena voluntad.

Trabajando juntos, como es nuestro deber de masones. En Unión y Libertad.