Sobre Manuel Belgrano
El pensamiento de Belgrano es una suma acciones en las que puso el cuerpo, su deteriorado cuerpo, al servicio de la acción, que para él era como debía edificarse esa abstracción que llamamos Patria. La herencia de su pensamiento es mucho más que la suma de acciones y proyectos.
Es una ética y un modelo de hombre de Estado.
Cuando Belgrano murió, Sarmiento era un niño de nueve años. Sin embargo las continuidades en el pensamiento de los dos hombres son notables.
Explorar esos vínculos es encontrar el sentido en la historia.
En el mismo periódico, pero ya en el mes de julio de ese irrepetible año 1810, Belgrano vislumbró con absoluta claridad la necesidad de igualar los derechos de las mujeres, afirmando que “el sexo que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia”.
Tres años después, en 1813, la Asamblea de ese año lo premió con $40.000 por el resultado obtenido en las batallas de Salta y Tucumán. Belgrano donó el premio para la construcción de cuatro escuelas. Una fue en Tarija, que hoy es Bolivia. La última se inauguró en julio de 2004 en Jujuy.
Podemos imaginar qué hubiera opinado Belgrano de esa demora de casi doscientos años mientras desarrollaba su proyecto de “Educar para revolucionar”.
Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte y Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano pertenecieron a los sectores más acomodados de las sociedades en las que nacieron y se educaron.
Sin embargo los dos fueron capaces de entender y asumir un rol –su respectivo rol- en el proceso independentista que resultaría en Argentina.
En ese momento no existía la abstracción polisémica que llamamos “lo popular”.
Fueron contemporáneos y se conocieron.
Combatieron juntos durante las Invasiones inglesas.
Güemes, sin embargo, fue durante mucho tiempo observado con recelo por la historiografía tradicional. Quizás por su modalidad guerrillera, sostenida en gauchos y en procedimientos militares no formales, quedó señalado como caudillo, cuando con justicia le correspondía el título de General.
San Martín le confió la custodia de la frontera Norte, donde realizó nueve defensas de su provincia, Salta, que hicieron posible que los límites de nuestro país tuvieran la forma actual.
Güemes es el único general argentino caído en acción combatiendo a un enemigo exterior.
Leopoldo Lugones fue, entre otras cosas, el autor de la denominación “Guerra Gaucha”, para sintetizar en apenas dos palabras el modo y la esencia de su gesta.
Murió por una herida de bala recibida en la espalda. Tenía 36 años.
Un año y tres días antes, había muerto Belgrano.
No es posible ser más contemporáneo.
Pero las misivas de Belgrano permiten deducir el argumento del intercambio.
Belgrano y San Martín se encontraron dos veces.
El primer encuentro se lo disputan las localidades de Yatasto y Algarrobos, siendo la última la más probable, aunque no deja de ser un relato mítico.
El segundo encuentro tuvo lugar en Tucumán de forma inapelable.
Su amistad quedó, así, consagrada.
Estando en Perú, San Martín se enteró de la muerte de su amigo Belgrano. Su testimonio fue que se trató de uno de los días más tristes de su vida.
No era para menos.
Al definirlo como “primer padre” se aplaca un poco esa carga. Hubo posteriores, otros padres de otras Patrias que sin embargo son la misma.La Patria de la educación, la de la mujer, la de la unidad nacional, la de la identidad cultural, etc.
Acaso uno de los méritos más notables de Belgrano fue el haberlas prefigurado a todas.
Pensar a Belgrano es también pensar su época.
“Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir” decía Borges en 1946 en referencia a su pariente Lafinur.
La cita, sin embargo, es universal.
Belgrano conoció Europa donde se educó, y ese privilegio que sigue vigente, fue el que le señaló el camino de lo que estaba por venir.
Él lo emprendió pudiendo haber optado por la serenidad del confort, o quizás, la elegante indiferencia.
A cambio prefirió hablar del poder transformador de la educación, de la igualdad de las mujeres y convertirse en General, algo no menos hipotético que viajar al espacio.
De alguna manera, podemos pensar que Belgrano fue todos los hombres de su época.
El vínculo entre la Masonería y los procesos emancipadores de América es casi arquetípico.
Con matices, entonaciones y detalles secretos y a veces asombrosos, la historiografía en todas sus versiones recorre ese vínculo, y ubica en ese viaje, nombres, lugares, fechas, conjuras y personas.
Después sobreviene la literatura y todo tiene principio y fin, pero muchas veces se pierden los motivos, las causas y las verdades.
Desde la muerte de Belgrano en 1820 a la creación de la primera Gran Logia de Argentina presidida por Roque Pérez pasaron treinta y siete años, que en términos de historia es un suspiro.
Antes, durante y después los acontecimientos revolucionaron esa realidad a la que todos aspiraron siempre, y en todo momento la Masonería estuvo presente por medio de sus hombres, como Belgrano.
El paso del tiempo reduce los acontecimientos a palabras.
Esa forma de generalización es la que, resignadamente, nos permite recordar. Palabras a favor o en contra que muchas veces enfatizan aspectos secundarios pero atractivos de aquellos que nos precedieron.
Lo que la memoria y la historia hacen con los próceres es un gran ejemplo.
Las batallas, los vivas y mueras, el coraje, la visión, la generosidad o el coraje se diluyen inevitablemente.
¿Cómo sería hoy arrasar una ciudad para no entregarla? ¿Cómo se percibe la donación de un premio para fundar cuatro escuelas?
Las preguntas son infinitas cuando queremos comparar la escala de lo hecho y lo por hacer, cuando no existían la electricidad, el agua corriente y los antibióticos, y cuando por otro lado, hay aviones con todo lo que significa volar, entre otras cosas. Pensar el presente con los ojos de Belgrano no es un ejercicio contrafáctico; es un desafío a la imaginación.
Todos los hombres tienen varias vidas: personal, laboral, amorosa, secreta y soñada.
En el caso de los próceres se tiende a verlos como figuras planas y monocromáticas, incapaces de asumir la existencia por afuera de la misión que los elevó al Olimpo historiográfico.
Belgrano fue también padre, como Sarmiento fue amante.
La vida masónica de Belgrano es compleja. Aparecen la Logia Independencia, la Jabonería de Vieytes, la Sociedad de los 7 y otras organizaciones de las que fue parte y que, de distinta manera, fueron indispensables a la hora de gestar sus proyectos.
La vida masónica de los próceres espera su turno para ser contada a la sociedad que pertenecen.