¿Por qué esta foto?
¿Qué es esa foto?
Se encuentra en la portada de uno de nuestros cuadrípticos (hablamos raro, hay algo freaky en la masonería), y bueno, no. No es un mensaje encriptado, Es un símbolo: hablemos claro.
Lo que ven, son las puertas de nuestra casa, abiertas de par en par, y a un masón de verdad, de los que vienen aquí a trabajar. Está haciendo como piruetas, en un equilibrio frágil.
Eso también es un símbolo (y una realidad), no solo para los masones: para todos, la vida es un equilibrio más frágil de lo que desearíamos. Solo una cosa firme allí: la ruda piedra, trabajada con esfuerzo, tallada con amor, decorada con una escuadra y un compás: herramientas de trabajo.
Es el trabajo de quienes nos precedieron en esta ardua tarea de vivir y de pensar. Esa piedra es un símbolo de cada uno de nosotros, que aspira a trabajarse para alcanzar la solidez. Para que una construcción sea posible. No construimos un muro, construimos una casa: a eso llamamos fraternidad.
Escribió Newton a Hooke: «Si logré ver más lejos, es porque pude subir a hombros de gigantes». Lo dijo Newton, pero se venía diciendo hacía siglos. Ese gigante es el pasado, el conjunto de lo vivido, padecido, experimentado y aprendido por quienes nos precedieron. Subidos con humildad a esos hombros firmes, podemos ver más lejos. Acaso un nuevo horizonte, acaso el futuro. Esta humilde pirueta, pero eficaz, es lo que llamamos cultura. Y lo que la masonería propone a los hombres y a las mujeres que creen que vale la pena mirar más allá. Para que nuestras vidas valgan la pena y porque, en el fondo, todos somos (y todos fueron) unos raros enanos.