¡Feliz solsticio!

Este momento, acaso uno de los más importantes para nosotros, inicia un período inevitable de instrospección que culmina con la llegada del año nuevo.
 
Que este momento de quietud nos encuentre predispuestos a ir más allá, bañados de sol.
 
En la simbología masónica el solsticio está ligado a los orígenes institucionales de la Masonería pero los pueblos antiguos vieron algo de sagrado en estos momentos en los que el Sol alcanza su máxima declinación del Ecuador, y la diferencia entre noches y días se extrema.
 
Diversos fenómenos astronómicos han fascinado a los seres humanos, pero cuando se veía al Sol llegar a su extremo norte y cambiar de dirección hacia el sur, muchos se preguntaron qué significado especial podría tener en nuestra civilización.
 
Mitra, Apolo, Baco, Dionisos, y el mismo precursor del cristianismo se integran en la memoria de la humanidad a este ciclo.
 
Quizás con poéticas analogías tejidas en torno a un nacimiento, en el hemisferio norte, en la noche más fría y oscura del año. Quizás alguien, algo, venía con quién sabe qué luz vivificante a despejar la oscuridad.
 
En nuestro hemisferio sur, la correspondencia, el espíritu, el ánimo es acaso otro. Pero el símbolo permanece. Está allí.
Nos habla de la necesidad de finalizar ciclos, a veces de cambiar de dirección, de mirar hacia atrás, de ver nuestro recorrido, acaso de torcer el rumbo. Y de recomenzar.
Crear y recrear un momento especial e íntimo que somos nosotros mismos.
 
Cuando nos dejamos invadir por la luz que nos invita a reflexionar y a compartir.
Hermanados, en una única familia humana, cobijados por el sol.